Gabriel Jiménez, docente en contexto de encierro de Mendoza, manifestó cómo empezó a desempeñar su trabajo y su visión sobre la educación en ambientes de reclusión.
Por Guillermo Alamino

“Pensar y hacer educación en una cárcel es romper las rejas de adentro, las que están dentro de nosotros mismos, en nuestros modos de pensar, de sentir, de vincularnos, de ver y habitar el mundo”, expresan las docentes Valeria Frejtman y Paloma Herrera en el libro “Pensar la educación en contextos de encierro” .
La educación en escenarios de encierro es la actividad formativa desarrollada en penitenciarías, centro de tratamiento de adicciones e instituto de menores, cuya característica es la prevalencia de un contexto represivo. Al respecto Gabriel Jiménez, docente que trabaja en las cárceles de Mendoza, estuvo en San Juan realizando un taller en el penal de Chimbas y comentó cómo realiza su labor, qué actividades llevó a cabo y cuáles son los desafíos del sistema educativo en las cárceles.
“De chico vivía cerca de la Unidad I, recuerdo que a veces se escuchaban los tiros, las sirenas y las explosiones, pero nunca pude imaginarme lo que había detrás de esas paredes de piedra. Ahora tampoco puedo”, expresó Jiménez. Posteriormente tuvo su primer acercamiento a una penitenciaría a partir de un taller literario que dictó desde el centro de estudiantes de la facultad, y con el transcurso de los años comenzó a trabajar en penales a partir de tareas culturales o desde la escuela, según comentó.
En este sentido, desde el Centro de Actividades Juveniles del CENS San Juan de Dios del Servicio Penitenciario de Chimbas invitaron al docente mendocino a dictar un taller en la institución escolar. “El taller mutó en charla donde pudimos hablar con algunos de los y las estudiantes, intercambiar experiencias y proyectar algunas actividades para hacer a futuro. Uno de los pibes dijo que esto sería como hacer un ´puente cultural´, ojalá podamos concretar algo que sostenga eso”, dijo Gabriel Jiménez.
“La escuela generaba sensaciones encontradas en los y las alumnos, aunque también se notaban esfuerzos aislados de profes y bibliotecarios por intentar generar un espacio diferente al que plantea la institución penitenciaria, aunque subsumidos en ella. Los talleres culturales me dejaron la impresión de generar mayor aceptación y participación, con un desarrollo sostenido que busca otras condiciones para las personas privadas de libertad”, continuó.
Muchas veces se plantea al sistema penitenciario como un modo de reinsertar socialmente a las personas, pero Jiménez mantiene una perspectiva crítica sobre esa noción. “El término reinserción social tiene una fuerte connotación propia de un discurso dominante que diferencia y excluye. Plantea la noción de que es posible reinsertar a una persona en un lugar/condición en la que nunca estuvo, a partir de condiciones en las que nadie podría salir beneficiado ¿Cómo sería posible que esto genere un cambio de situación? Lo único que logra este funcionamiento es que las cosas continúen tal como están, que nada cambie y al contrario, se profundicen las situaciones de desigualdad, que se establezca una distancia irreconciliable”, afirmó.
A esto agregó que: “Creo que un ejemplo concreto de todo esto es el caso de la imposibilidad laboral con la que una persona privada de su libertad sale a la calle, una vez cumplida su pena, prácticamente queda sin chances de conseguir trabajo”.
En referencia al papel del educador resaltó lo siguiente: “Es un rol bastante flexible que debe adaptarse a un montón de condicionamientos, sin por ello acostumbrarse; debe soportar sin naturalizar y luchar constantemente por cambiar estas situaciones. La educación sirve para restaurar derechos, y defenderlos a partir de su ejercicio. En esa tarea el educador debe encontrar su lugar”. De esta manera, la labor educativa sirve para promover prácticas ciudadanas y de empoderamiento en el alumnado.
Por último, habló sobre los retos de la enseñanza en circunstancias de aislamiento y sostuvo que las instituciones escolares constituyen uno de los pocos espacios de esperanza y anhelo de un futuro mejor para los presos. “Su desafío es ir contra los mandatos sociales, la estigmatización, la desigualdad. En este contexto la educación genera un espacio de libertad dentro de una institución total como es la cárcel. La escuela es el único establecimiento que sostiene la esperanza por recuperar lo perdido, lo que nunca se tuvo, en un lugar donde son avasallados todos los derechos. De este modo, la escuela es la última trinchera de la democracia”, finalizó.
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